Tú siempre das las cartas como si esto fuera un juego,
amaneces con la noche mientras yo sigo durmiendo.
Te desvelas con mis ojos y me das de puñaladas,
me regalas unos besos mientras clavas tu mirada.
Me desangras los gemidos y me arañas la entrepierna
te detienes das un grito, sin decirme más te alejas.
Me haces tuya y de nadie , aunque nunca te decides
me retienes, das señales para luego despedirme.
Y es cuando no ves más nada, nada más que tu desgracia,
mientras me quedo entendiendo que yo soy la desgraciada.
Veo tu carta en el bolsillo y en mis manos la sorpresa
y entonces nada comprendo, solo que siempre me dejas.

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