En tu resentimiento encerrado
construirás un lodazal,
donde morirnos ahogados
para no resucitar.
Y nuestra piel encendida
se nos reviente de nada
y en cada brazo la vida
se lleve alguna tajada.
Nunca miraste mis ojos
esa es la triste verdad,
te derramaste en mis senos
para así desesperar.
Y no oiste de mi boca
cada te amo aguerrido,
pues te enredaste en las ramas
de mi árbol tan florido.
Mientras me mueres por dentro
y yo me niego a llorar,
aquí nos tienes ahora
llenos de barro nomás.

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