para hacerle un abrigo,
no tenía más riquezas para él
que un batallón de estrellas
en su ombligo.
Bordada a besos la respiración,
si tiernamente acercaba su boca.
Supiera el cielo cuanto había de ilusión
detrás de aquellas manos
temblorosas.
Que más que un cuerpo
un mundo hallaba en él
donde volverse indescifrable,
toda la magia que podía acontecer
en un segundo tan inevitable.
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