Hay un momento
en el que caes rendido,
te detienes en un silencio
tan quieto
que te demora el alma.
Cierras los labios y quedas
perplejo,
fascinado,
sintiendo eso único
que te hace estar
tan vivo.
No pierdes,
no ganas nada,
te dejas...
porque sabes
que has llegado
a ese abismo
o a ese cielo
de donde no hay
escapatoria.