
Cuando el dijo Adios, yo ni siquiera estaba allí para despedirlo. Llegué y oí el silencio que dejó colgado como cuadros en todas las paredes del cuarto , ayer fuego y hoy un río de cenizas helado.
No esperaba que me comprendiera, aprendí tarde a no esperar nada más que las caricias de su mano, cuando llegaban disparadas a mi cuerpo mutilado.
Aún tenía el amor en los labios, el agridulce amor de los desesperados. Ese que se acobardaba entre mis senos para no desintegrarme entre sus brazos. El ya no estaba aquí, ni estaba allí, pero yo continuaba entumecida a un costado de la cama en donde hicieron nuestros besos un país... de dos afortunados.
No esperaba que me comprendiera, aprendí tarde a no esperar nada más que las caricias de su mano, cuando llegaban disparadas a mi cuerpo mutilado.
Aún tenía el amor en los labios, el agridulce amor de los desesperados. Ese que se acobardaba entre mis senos para no desintegrarme entre sus brazos. El ya no estaba aquí, ni estaba allí, pero yo continuaba entumecida a un costado de la cama en donde hicieron nuestros besos un país... de dos afortunados.
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