No siento tus manos quietas, si no atrevidas y salvajes,
paseándose por todo mi cuerpo, resbalando en mi saliva,
ardiéndome en los ojos y en cada hueco hambriento de mi cuerpo deseoso de tragarte.
Mi deseo se vuelve furioso mientras mis senos solo se calman con tus dientes...
A mi boca ya nada le alcanza y entonces llegas más al fondo de mí...
con tu vida misma en mi garganta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario