Aprendí
a domar mis temporales,
a llover tras los cristales
aprendí.
Aprendí
a limarme las ausencias
a sortear las diferencias
a no aparentar.
Que la vida es breve y no sabe esperar
que a nadie le sirve otro disfraz.
Aprendí
a entender que no hay salida,
a regarme las espinas,
a no claudicar,
que el camino nos recorre sin parar
y es muy pequeño el tiempo de abrazar.
Aprendí
a tragar las decepciones
a incendiar mis emociones,
aprendí.
Aprendí
a perderme en tu mirada
aunque ya no dejes nada,
a no volver a mí.
Si tan poco queda por decir
es porque del silencio
también aprendí.

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